Hitler aplicó de inmediato la represión contra un amplio espectro de
ciudadanos: judíos
(definidos como enemigos de la nación), comunistas, testigos
de Jehová, homosexuales y
todo aquello que se opusiera a la estrecha definición nazi de la
"nación". 
La represión la llevaron adelante prioritariamente la SS, fuerzas
paramilitares creadas en 1925 y
fortalecidas por el régimen, y la Gestapo,
policía secreta nazi que respondía a las SS, y que contaba con una densa
red de espías y
delatores.
El terror se ejercía de forma directa: por medio de la censura, las
agresiones físicas, los arrestos y las detenciones en campos de trabajo.

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