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Para Hitler, los comunistas eran enemigos de la nación alemana. Pero
había un enemigo mayor aún que se fusionaba con ese y con los otros
posibles: los judíos. Partiendo de una concepción racista, desde
principios de los años veinte Hitler fue reconstruyendo un estereotipo
racial del judío, a partir de las teorías de Walter Darré, Alfred
Rosenberg, Spengler (Siglo XX), Houston
Stewart Chamberlain y el
condé de Gobineau (Siglo XIX). Los judíos encarnaban, para Hitler, todos los males que aquejaban a la nación alemana (no judía): eran los proletariados agitadores, los financistas avaros y los grandes industriales que exprimían al pueblo alemán; eran la prensa que difamaba a la nación, y también los débiles y corruptos parlamentarios cómplices de los humillantes tratados de paz y de la debilidad de la nación. Eran, en síntesis, el enemigo racial, que desde el interior corrompía y contaminaba a la nación, debilitándola. El judío era el enemigo absoluto que tanto necesitaba el sistema totalitario para la movilización política y social, así como para distraer la opinión pública de los propios problemas. En 1935, las leyes de Núremberg privaron a los judíos de la ciudadanía alemana y de todo derecho. Se les prohibió el contacto con los arios y se les obligó a portar una identificación. Las leyes afectaban a todos aquellos a quienes el Estado definía racialmente como judíos. Continuaron la violencia y el acoso de las SS y de la policía a los judíos, produciéndose masivas emigraciones. Luego siguió una segunda fase de expropiación, caracterizada por la "arianización" de bienes, los despidos y los impuestos especiales.
En noviembre, esgrimiendo como excusa el asesinato de un diplomático alemán en París a manos de un joven judío, fueron atacados por miembros de las SS, en lo que se llamó la "noche de los cristales rotos". El resultado fue de tal magnitud que el mismo Estado hubo de restaurar el orden que el mismo había perturbado.
Los judíos fueron considerados globalmente responsables del ataque y
obligados a reparar los daños, a indemnizar al Estado alemán por los
destrozos y a entregar el dinero recibido a compañías de seguros. Se los
excluyó de la vida económica, se les prohibió el acceso a las
universidades, el uso de transportes públicos y el frecuentar lugares
públicos como teatros o jardines. Finalmente, los judíos fueron concentrados en ghettos (barrios especiales donde vivían hacinados) o en campos. A esto seguiría la esclavización y el exterminio durante la guerra. Los campos de concentración, inicialmente destinados a la prisión preventiva de "enemigos del estado" (comunistas, por ejemplo), se convirtieron en lugares de trabajo forzoso, para experimentos médicos y para la eliminación física de judíos, gitanos, homosexuales y discapacitados. |
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